miércoles, 12 de octubre de 2011

Monólogos sin más.

— Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te amo. Hay gente que dice que no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde. Pero eso es mentira. Porque yo me he llevado todos los días de mi vida diciendo lo feliz que era, y tú estás de testigo. Volveré a recuperar esa felicidad. No tengo por qué olvidar lo que me hizo o hace feliz. Porque si la felicidad completa y total es posible conseguirse, yo la rocé con la yema de los dedos. Al menos tengo una ilusión para levantarme por las mañanas, a pesar de la mala hostia que me entra al pensar que la he perdido, que ya no se levanta pensando en mi, pero luego, a los cinco minutos refliexiono y digo: ¡coño!, hoy tengo que ser fuerte para conquistar lo que es mio, para ser su amiga, para hacer que me quiera.

Aunque llega la noche y empiezo a imaginar, y no puedo dormir, y lloro hasta que me duermo y así repetidas veces... Me duele tanto la distancia. Le quiero tanto, tanto como nadie podrá hacerlo. Le adoro, es mi centro, mi ídolo. Es todo lo que cuentan las películas románticas. Lo que cuentan los libros de amor, ese sentimiento que pensamos que en el fondo, no existe; pero que cuando lo sentimos decimos: ahí va... Es todo lo que una persona busca en su vida, y yo lo he encontrado, y no es mio, pero no me rendiré. Amo cada sonrisa suya, cada suspiro, adoro todos los te quiero que me dijo. Quizás para el mundo no sea perfecta, pero para mí lo es.

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