martes, 18 de octubre de 2011

Érase una vez un Ángel Guardián...

Érase una vez un Ángel Guardián que vivió siempre solo. Un día se encontró a una Princesa con un corazón roto y rojo. La Princesa llevaba mucho tiempo sin sonreír ya que su corazón había sido hecho añicos por otro corazón negro. El Ángel Guardián fue atraído por aquella princesa y se propuso a sí mismo que volvería hacerla sonreír. Pasó mucho tiempo y el Ángel Guardián intentaba cuidar de la Princesa. El Ángel Guardián fue pegando minuciosamente pedazo por pedazo el corazón roto de aquella Princesa. Hasta que, un día, la Princesa, atraída por la atención del Ángel Guardián, empezó a sonreír.

El Ángel Guardián y la Princesa al poco tiempo se hicieron inseparables. Pasaron mu cho tiempo juntos y vivieron cosas únicas e imposibles de olvidar. Eran el uno para el otro. La Princesa le prometió al Ángel Guardián que nunca le dejaría y así, nació entre ellos el amor. El Ángel Guardián todas las noches, antes de dormir, sonreía pensando en la bella Princesa. Pasaron la primavera y el verano juntos entre risas y abrazos. El Ángel Guardián llegó a rozar la felicidad con la yema de los dedos. Juró amor infinito a la Princesa. Ella, consiguió volver a tener todos los pedazos de su corazón unidos y por fin, otra vez, ese corazón volvió a latir con la misma fuerza y energía que siempre lo hizo. El Ángel Guardián se enamoró de la princesa.

Pero llegó el otoño y la princesa le confesó al Ángel Guardián que realmente, ella seguía enamorada del corazón negro. Entonces, el Ángel Guardián quedó con el corazón destrozado, su corazón fue partido en infinitos pedazos. Aunque el Ángel Guardián intentaba recuperar a la princesa, cada día se fueron distanciando más. El Ángel Guardián sufría diariamente por la frialdad de la que fue y siempre será su princesa. Por todas las noches que el Ángel Guardián sustituyó su antigua y rutinaria sonrisa por lágrimas y llantos en silencio, una pluma caía de sus alas. Hasta que sus alas quedaron totalmente sin pluma alguna. Entonces, el Ángel Guardián dejó de poder volar y soñar. Algunas de esas plumas vagan por la calle, pero otras quedaron guardadas en el fondo del corazón que fue pegado trozo por trozo por el Ángel Guardián y el corazón de la Princesa quedó con una gran grieta en el medio.

Y así, al Ángel Guardián nadie pudo recomponerle su corazón. Y el Ángel Guardián dejó de cuidar de su princesa porque siquiera podía hacerlo de sí mismo. La Princesa y el corazón negro fueron felices y el Ángel Guardián quedó solo, como antes, recordando a la Princesa que un día le llenó el corazón completamente. Solo hasta día de hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario